Intentar seguir el paso a la política arancelaria de Donald Trump resulta complicado. Entre el vaivén de idas y venidas de tasas que ha anunciado el presidente de los Estados Unidos desde que asumiese el poder, la industria tecnológica ha vivido momentos de confusión. Tras el impacto inicial de los altos porcentajes de tributos previstos para el grueso de países, se revelaban una serie de exenciones a dispositivos tipo smartphones y ordenadores, aunque con el matiz de que serían temporales y que no incluirían a los chips, aunque (doble aunque, sí) quizás se maneje cierta flexibilidad. Con las recientes negociaciones con China esta situación podría cambiar. O quizás no. O quizás cambie por otros motivos.
El voluble escenario arancelario supone un reto para las personas al cargo de departamentos de TI en Europa, tradicionalmente muy dependiente de tecnología estadounidense, y concretamente en España. Como señala José Manuel Barrutia, director de estrategia de la consultora tecnológica Ayesa, “para las empresas españolas y sus departamentos de TI, los efectos no serán directos ni inmediatos, pero sí pueden producirse impactos indirectos relevantes. En un contexto globalizado, cualquier escalada arancelaria entre USA y terceros países —especialmente China o la Unión Europea— puede tensionar las cadenas de suministro tecnológicas”. Barrutia sintetiza en tres los principales problemas para las áreas informáticas de las empresas: el incremento en los costes del equipamiento, la mayor dependencia de proveedores concretos no afectados por restricciones geopolíticas o la incertidumbre en la contratación tecnológica, si las nuevas medidas dejasen en entredicho acuerdos con compañías de Estados Unidos.
Barrutia apunta que serán cuatro industrias las, potencialmente, más afectadas en España: industria y automoción, teleco y utilities, sector financiero y asegurador y administraciones públicas y empresas con proyectos europeos. “En todos los casos, se trata de sectores con fuerte exposición tecnológica, para los que cualquier disrupción geopolítica puede tener efectos presupuestarios o estratégicos relevantes”.
“Para las empresas españolas y sus departamentos de TI, los efectos no serán directos ni inmediatos, pero sí pueden producirse impactos indirectos relevantes”
José Manuel Barrutia, director de estrategia en Ayesa

José Manuel Barrutia, Chief Strategy Officer en Ayesa.
Ayesa
Ante la disyuntiva de lo que pueda pasar, los departamentos de TI pueden comenzar a adoptar medidas preventivas. Barrutia señala, por ejemplo, la diversificación de proveedores y tecnologías, evitando la dependencia exclusiva de compañías de Estados Unidos. Relacionado con esto, plantea apostar por soluciones europeas que refuercen la soberanía tecnológica y por aplicar políticas de compras más resilientes, en base a criterios geopolíticos. Apuesta también por las arquitecturas abiertas y multicloud, que “permitan trasladar cargas de trabajo entre distintos entornos en función de costes, cumplimiento normativo o disponibilidad”. Barrutia valora la importancia de vigilar el marco legal internacional, con foco en temática datos. “La función de TI debe trabajar cada vez más en coordinación con las áreas de compras, cumplimiento y estrategia”, resume. “Lo que antes era una elección puramente técnica o financiera, ahora también es una decisión de riesgo estratégico”.
Cómo afectan al trabajo actual en TI
Una palabra se repite cuando se pregunta a distintos CIO por las implicaciones de las políticas comerciales de Trump en su desempeño: incertidumbre. Andrés Costa, CIO de Ayesa, lo desarrolla. “Pondría el foco en la incertidumbre que genera y su importante afección sobre la planificación de las inversiones en TI. La aplicación de aranceles puede suponer un importante impacto en los costes presupuestados en equipamiento, infraestructuras y adquisición de software”. También Juan Antonio Relaño, CIO de Bosch y presidente del CIO Executive de Foundry España, apunta en esa dirección. “Las políticas proteccionistas o de restricción tecnológica generan incertidumbre sobre la estabilidad de las cadenas de suministro digitales. Para empresas globales como Bosch, con operaciones interconectadas, esto nos obliga a repensar nuestros modelos tecnológicos, especialmente en lo relativo a infraestructuras críticas como la nube o los servicios de inteligencia artificial, donde la dependencia de proveedores estadounidenses es alta”, desarrolla.
“La aplicación de aranceles puede suponer un importante impacto en los costes presupuestados en equipamiento, infraestructuras y adquisición de software”
Andrés Costa, CIO de Ayesa

Andrés Costa, CIO de Ayesa.
Ayesa
Esta incertidumbre se manifiesta, para Relaño, en aspectos como el acceso, la estabilidad de las cadenas de suministro digitales y la continuidad de servicios digitales estratégicos. En su caso, esto les ha llevado al desarrollo de un modelo de cloud híbrida para garantizar la continuidad del negocio central “y no depender exclusivamente de proveedores externos, especialmente en entornos industriales sensibles”. A esto suma el impulso a “una estrategia de innovación abierta que nos permite reducir dependencia y fomentar soluciones propias o europeas”, dentro de la cual incluye colaboraciones con instituciones educativas, como la Universidad Complutense de Madrid o la Autónoma de Barcelona o escuelas de negocio como IESE o IE, además de startups u ONG. Pone como ejemplo su Cátedra en Inteligencia Artificial en el campo del IoT con la Complutense, que les permite explorar nuevos casos de uso de IA, además de desarrollar talento y tecnología desde Europa. “La autonomía tecnológica no es solo una cuestión técnica, sino también geopolítica y estratégica. Esta visión nos permite tener mayor control sobre datos críticos, flexibilidad operativa y resiliencia frente a potenciales restricciones internacionales”, profundiza.
También desde Ayesa están ya moviéndose en previsión de los potenciales efectos de la aplicación de políticas proteccionistas por el gobierno de Trump. “Se trabaja en coordinación con los departamentos de compras y jurídico, monitorizando los cambios en las políticas y analizando los posibles impactos”, explica Costa. “A nivel contractual, es importante disponer de cláusulas que protejan ante cambios regulatorios y que nos permitan tener fijados los costes en los años establecidos del contrato”. Para el caso de nuevas necesidades, el trabajo actual se centra en el análisis de soluciones equivalentes o proveedores de otras regiones.
Este último punto resulta de especial interés. El pasado mes de noviembre, durante su audiencia de confirmación, la vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea para la Soberanía Tecnológica, la Seguridad y la Democracia Henna Virkkunen reconocía que la región es “muy dependiente en lo que se refiere a tecnología y digitalización —el 80% viene de fuera de Europa—”, destacaba. “Tenemos que desarrollar realmente nuestra propia capacidad en todos los campos críticos y en todas las tecnologías de vanguardia y, al mismo tiempo, también necesitamos socios con ideas afines de todo el mundo”. Los responsables TI se hacen eco de esta relación.
“Vemos una oportunidad estratégica para fortalecer capacidades propias en Europa, tanto a nivel de plataformas tecnológicas como de talento”
Juan Antonio Relaño, CIO de Bosch

Juan Antonio Relaño, presidente del think tank CIO Executive Council (CEC) y CIO DE BOSCH.
Juan Márquez (Foundry)
“En la actualidad, existe una alta dependencia con tecnología de empresas EE.UU.”, constata Costa, quien lo ejemplifica en las tecnologías punteras a nivel mundial en cloud (AWS, Azure o GCP), sistemas operativos (Windows y macOS), sofware empresarial (Office, Workspace, Oracle o Salesforce); ciberseguridad (Cisco, Fortinet, Palo Alto, o CrowdStrike) o en patentes, con firmas como Intel, AMD o Nvidia. “Aun cuando pueda ser viable, en ciertos casos, establecer estrategias de diversificación de proveedores o buscar soluciones equivalentes, siempre presentaría un impacto económico”, valora: por ejemplo, en la compra de equipamiento o en la migración a otras plataformas.
Desde Bosch, Relaño reconoce la dependencia. “En este momento, prescindir completamente de tecnología estadounidense en áreas como cloud o IA no es realista, pero sí es viable introducir proveedores europeos en componentes clave, especialmente donde haya ventaja en sostenibilidad, regulación o integración local”, sostiene. “Vemos una oportunidad estratégica para fortalecer capacidades propias en Europa, tanto a nivel de plataformas tecnológicas como de talento”. También apunta a las maniobras de las grandes tech para mantener su presencia global. “Muchas están reforzando su adaptación a marcos regulatorios como el RGPD o el AI Act europeo, ofreciendo servicios con residencia de datos en Europa o con garantías adicionales de cumplimiento. Esto nos permite seguir trabajando con ellos, pero con mayor seguridad jurídica. No obstante, seguimos valorando alternativas regionales y alianzas locales como parte de una estrategia de diversificación tecnológica inteligente”, concluye.
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